Vicente Imbroda in memoriam

Vicente Imbroda in memoriam

por Antonio Rubio Merino

Ha fallecido, después de dos meses peleando como un jabato contra esta cruel enfermedad, mi amigo Vicente Imbroda. 

Vicente tenía el pelo blanco. Lo tenía desde muy joven. Dicen que eso es propio de gente precozmente madura, inteligente, despierta. Quienes dicen eso, en su caso, no erraron. 

Fue él el que a mí me hizo la pregunta -como a muchos de nosotros- la pregunta aquella iniciática de Arturo: 

“Tú, qué quieres ser de mayor?”.
“Ocupar una silla como esa”, respondíamos.

Él fue el socio de Arthur Andersen que me dio la bienvenida a la Firma. Fue mi jefe y representaba lo que yo quería ser; el sueño que significó ser “arturo” para nuestra generación: trabajar entre los mejores para ser lo mejor que uno pudiera llegar a ser. 

Él no era mucho mayor que nosotros. Ahora nos damos cuenta. Pero era el Socio. No lo era, no había llegado a serlo por arbitrariedades, favores o prebendas. Era el socio porque se lo había ganado. Y todos lo sabíamos. Por eso todos le mirábamos con merecido respeto, con admiración que buscaba emular. Y que compensaba cualquier pequeña falla, como lo mal que conducía el coche, o lo que nos molestaba que pidiese por nosotros en los restaurantes, como si fuera nuestro padre. Pero así se sentía. 

Escribía entonces con hermosos portaminas. Recuerdo uno rematado en una especie de capitel egipcio. Recuerdo su trazo preciso al revisar los papeles de trabajo, su marca en las hojas amarillas y en los memos. Recuerdo que llegaba el primero y se iba el último, paternal también. Recuerdo la tensión de trabajar bajo su supervisión directa, un agosto en Banco de Granada. Le recuerdo apretándose los machos antes de subir a encararse con los jefazos de un gran cliente por alguna trapallada que habían hecho. Le recuerdo entre risas tomándole el pelo a otro socio, en una cena de Navidad, no sé si de 1992 o 1993. Recuerdo su voz varonil y su bonita, socarrona sonrisa. 

Hay personas que pasan por nuestra vida, y hay otras, pocas, que marcan nuestra vida. Se nos ha marchado Vicente, el que fue, por bien ganados méritos, nuestro jefe y nuestro maestro. A quien se le ocurrió en aquella época que el lema de la Firma fuera “Simply the best”, quizás no anduvo muy desafortunado. Pensando en Vicente, es seguro que acertó. 

Le damos las gracias a Dios por haberlo puesto en nuestras vidas. 

En esta hora desventurada y triste en que tantos sueños parecen estar quebrándose y que el que fue nuestro jefe, después de tanta pelea, ha caído como un valiente, rezo porque no perdamos la esperanza. Para que no decaiga nuestra confianza en nosotros mismos y seamos capaces de enseñar ese espíritu de superación de “arturo”, que aprendimos de los mejores, como Vicente, a nuestros hijos.


23 de Mayo de 2020.

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