Harry Potter que estás en los cielos

Harry Potter que estás en los cielos

por C.S. Fitzbottom

Hablaba Borges de la pobre mitología de nuestro tiempo. ¿Qué tiempo no es pobre y se siente desnudo? De ahí que cada época trate piadosamente de cubrirse con los mitos y recuerdos que encuentra entre el barro y la memoria.

Hubo un hombre joven y fuerte que -cómo no- se sintió lo que era: el príncipe, el futuro rey. Supo que el mundo comenzaba. Y quiso que fuera nuevo, puro y hermoso. Crear la belleza.

El amor acudió a su llamada. Las heridas fueron curadas. La verdad resplandeció sencilla. Los pobres se sintieron libres. Fue una buena noticia, que por eso no se leyó en los diarios, sino que se susurró de corazón en corazón. 

Sentía que todo placer carga consigo su dolor. Que cuando la madera se hace arte, no es ella la sometida, sino nosotros, quienes con nuestras manos seguimos el dictado de la creación, siempre más grande que lo creado.

Para él, la ignorancia sólo era un mal hábito. El dolor, una ignorancia. Y el resto de los defectos, sólo otros ruidos impacientes que invaden las vidas indefensas.

Pero, ¿cómo curar a quien no lo desea? ¿Cómo vencer los miedos invencibles?

¿Es cierto que existió el hombre valiente, el que se impuso al miedo, el dolor, la tortura, el sufrimiento indecible que contempla la Madre que llora, la soledad del abandono, los amigos espantados y los enemigos arrogantes, la muerte oscura, si, ella sola, la negra muerte?

Sí. Es cierto.

No se trata de saberlo, sino de vivirlo.

Él, el joven nazareno, lo sabía y lo fue. Muchos lo saben y lo viven.

Nuestro pobre tiempo es más joven de lo que cree su hartazgo de metáforas. 

La redención no consiste en librarnos de nuestra culpa, sino en descubrir que no existe. Amar es tan gratuito como es doloroso temer.

Las imágenes de los pastores palestinos de hace miles de años no ameritan más crédito pedagógico que las que, aunque nuevas, cuentan buenas y ciertas noticias que podemos entender, como la que ahora en los cines recrea al joven elegido, que sacrifica su vida por la de sus amigos, que se enfrenta a la opresión del mal, que muere y con ello mata al propio mal que vivía en él y que vuelve de entre los muertos para liberar a los suyos del malvado y de la tiranía del miedo

El misterio a descubrir es el príncipe que nos aguarda dentro, el dios que estamos llamados a ser.

Las poesías sólo son un medio. Está en los cielos quien las entiende y, viviéndolas, las hace vivir.



Vísperas de la Navidad de 2011.

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