La sumisión de los posmodernos

La sumisión de los posmodernos

por David Donaire

Ese viejo sueño kantiano, ya en el siglo XVIII, que todo ser humano fuera un fin en sí mismo, se está quedando en eso, un sueño. En la actualidad poco se tiene en cuenta al individuo más que como engranaje de una gigantesca máquina. Una máquina que precisa de individuos para funcionar, moverse y existir y que posee un instinto de autoconservación extremadamente desarrollado cual ser vivo cualquiera. Pero lo peor, lo que descoloca, asombra y espanta es saber la verdadera materia de esa máquina: tan solo es un conjunto amplio y arbitrario de individuos interaccionando. Es, si me lo permiten, una idea, sin más.

Las libertades de los antiguos -o la libertad colectiva- no se han esfumado de las mentes en los tiempos modernos del todo; es más, continúa en un peligroso auge con la estrecha relación entre poder y libertad mediante la democracia. En la otra cara, las libertades de los modernos han encontrado el mayor obstáculo posible, los llamados "derechos sociales". Aquellos que en virtud del grupo, de un grupo construido ad hoc, sin realmente constatar una relación real entre los miembros, crean unos privilegios a costa de otros grupos o de individuos. Este artefacto descansa en el seno de la democracia y cuenta con la suerte de una aceptación acrítica hasta el punto de eclipsar del todo los derechos civiles y, por tanto, la libertad individual.

A pesar de eso, es muy probable, que no sea del todo correcto el símil actual con las libertades de los antiguos. Y prefiero denominarlo como las libertades de los posmodernos. Ya no es, como en la polis griega, de participar en la política reunidos en el ágora. Ahora versa sobre la lucha-protesta sobre la que conseguir que el resto de la población se doblegue a los intereses de un grupo en nombre de algún noble fin. Por naturaleza, tales pretensiones son susceptibles de calificarse como ciertamente sectarias. Sin embargo, y pese al enorme daño a los principios de occidente, como es la libertad individual, prosiguen su marcha con el consentimiento de una caterva de técnicos de ciencias sociales y humanas, vendidos a la más cruenta lucha de clases.

Se hace difícil progresar en un ambiente cuyos valores se han diluido. Resulta complicado encontrar mentes preclaras en un páramo tan sumamente árido e inhabitable a todo atisbo de valor personal. Como última prueba, la borrachera occidental contrasta con el afinamiento y perfeccionamiento de las virtudes clásicas europeas y americanas de la libertad individual, el emprendimiento, las grandes aspiraciones y el pragmatismo en el oriente pujante. Esa fuerza que propulsa la gran convergencia mundial cuando, en realidad, y véase más claro, es occidente el que se ha querido dejar cazar dormitando incansablemente y sin solución de continuidad.

El futuro de las ideas en la sociedad es todo un enigma digno de ser desentrañado por videntes o médium de película. Al igual que la marcha de los Estados-nación, convertidos en supercorporaciones al servicio de mil intereses fraccionados y enfrentados. El auge de las organizaciones supranacionales, que lejos de mermar en sus funciones pretenden, siguiendo el internacionalismo socialista, abarcar aun más todo lo posible. Mientras, la figura del líder carismático y movilizados de las masas, se ha quedado en una febril imagen en las mentes en estas; alienadas en pensar en los grandes hombres y tozudas en renegar querer ser ellos los protagonistas de su vida.

Las libertades de los posmodernos se están cebando de los modernos. Se va extinguiendo una filosofía del individuo de capital importancia en el desarrollo tan notorio de la humanidad. Y termina de verse todo como una mera sumisión de los posmodernos a un ideal de igualdad que ha reparado en coincidir con el de libertad, acabando el primero con el segundo y después el primero consigo mismo. Un torpe desenlace y aun peor moraleja y futuro a esclarecer bajo unos parámetros bien decadentes.


Mayo de 2013.

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